Listado de películas por orden alfabético

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domingo, 29 de abril de 2012

La batalla de Anzio (Anzio)




" Ahora le toca mirar a Roma "



Volvemos al género bélico, tristemente olvidado por mí en las últimas actualizaciones, pero creo que lo retomamos con fuerza con dos películas más que interesantes. La primera de ellas es La Batalla de Anzio, protagonizada por Robert Mitchum y dirigida por Edward Dmytryk en el año 1968. El reparto protagonista descansa íntegramente sobre las espaldas de Mitchum (al que tenía cierta manía pero que en esta película me ha hecho disfrutar bastante) y el siempre genial Peter Falk. También contamos con algún secundario famoso como Robert Ryan, pero el reparto no demuestra mucho más interés. Es un bélico un tanto atípico por su protagonista (un corresponsal de guerra en los rangers) y las mezclas de estilos que lleva a cabo en la misma película, quizás lastrando demasiado el resultado final, como ya le pasara a Las ratas del desierto.

Nos situamos en el año 1944, momento en que los EEUU se deciden a iniciar la conquista del continente por la península itálica, en concreto mediante el desembarco en la ciudad porteña de Anzio. En ese contexto, el periodista de guerra Dick Ennis (Mitchum) será un cronista de excepción ante la sorprendente situación posterior en la playa de dicha ciudad, completamente vacía y sin rastro de oposición alemana. Ante los desastrosos acontecimientos ocurrido en la batalla de Salerno (en el año 1943 se intentó un desembarco similar creyendo que los alemanes se replegarían al norte del país y se fortalecerían allí. En lugar de ello, los alemanes se aferraron fuertemente a sus posiciones e hicieron muy lento el avance), el general Lesley (históricamente, el General Lucas) decide ser prudente y asegurar una cabeza de playa fortificada, desoyendo los consejos de Ennis y el sargento Rabinoff (Falk) que consiguieron llegar hasta la mismísima Roma en un sidecarr (???) sin rastro de oposición alguna. Ante esa indecisión de Lesley, los alemanes, comandados por Kesserling, lograrán reagruparse y someter a un sangriento cerco a los aliados.

Lo cierto es que el contexto histórico se encuentra relativamente mal plasmado, tanto el desembarco en la playa de Anzio como el contexto en que se produce tras la batalla de Salerno son aspectos positivos en este sentido, pero según avanza la película el tema se va dispersando bastante (por decirlo suavemente). Es veraz la ventaja con la que el general Lucas se encontró frente a los alemanes, pudiendo llegar hasta Roma sin mayor oposición que unas cuantas centenas de hombres, decidiendo desaprovecharla y provocando un cerco gracias al oxígeno que los alemanes tomaron en forma de la división Herman Goering y tropas enviadas como refuerzo desde la actual Europa Central-Oriental, Francia y Alemania. Tampoco me voy a centrar mucho en el cerco realizado sobre los aliados ni en la ruptura del mismo por éstos, porque es un aspecto de la contienda que la propia película pasa por alto, lo cual en mi opinión es un grave error y motivo por el cual la historia empieza a desvariar. En ese sentido, realmente nunca asistiremos a la batalla de Anzio en sentido estricto, dado que la gran parte de la misma se decidió en el asedio alemán. A este respecto, creo que la parte más aprovechable de la película sería su primera hora, que es donde asistimos con estupor a la precaria situación en que se encuentran los alemanes. En resumen, el que quiera enterarse de lo que realmente fue la Batalla de Anzio, posiblemente obtenga una pobre imagen basándose sólo en la cinta, más que por los errores o lo que pudiera mentir, el perjuicio está en todo lo que se omite. Tampoco se ve ni rastro de las unidades inglesas que lucharon con los americanos, al parecer lo suficientemente numerosas como para merecer un pequeño papel en la cinta.

Centrándonos ya en los aspectos más cinéfilos, lo cierto es que la película se salva en gran medida por las interpretaciones de sus protagonistas, dos tipos que nunca decepcionan, mezclando los aspectos trágicos inherentes al combate (y algún momento tópico de filosofía made in Hollywood) con esos comentarios y momentos mordaces, incluso satíricos, muy propios del cine bélico de antaño. Una de las grandes diferencias con el cine bélico moderno sea probablemente el toque cómico que antes tenían casi todas las producciones yankees de este tipo, abandonado en gran medida y tomando una visión más madura, seria o realista, de lo que debe ser una guerra. Pero, en verdad, tampoco en los aspectos más estrictamente cinematográficos podemos salvar esta película de un aprobado justito, porque si bien no se hace pesada en ningún momento, entretiene y se deja ver, hay partes en la cinta, como a partir de la masacre de los Rangers, en que se entrega completamente a un frenesí a medio camino entre el clásico cine de comandos tras las líneas, huidas un tanto absurdas y el cine sobre campos de concentración. Lo peor de todo es que deja abiertas líneas argumentales por todos lados haciendo aguas un guión un tanto flojito.

Por tanto, en resumen, a nadie le pasa nada por obviar un visionado a esta cinta, sólo interesante por sus interpretaciones y para pasar el rato (que al fin y al cabo es uno de los motivos por los que ponerse una película un domingo lluvioso por la tarde).

miércoles, 25 de abril de 2012

El funeral (The funeral)





" Vendiste tu alma por 20 dólares "



Hace unos días me disponía a poner en orden el blog, temas de algún comentario perdido, enlaces de las películas con el listado alfabético, y me sorprendí al constatar que no hemos dedicado ninguna entrada hasta el momento a uno de los directores de culto por excelencia en el cine yankee de la segunda mitad del Siglo XX, el siempre interesante Abel Ferrara. Lo cierto es que hay como una especie de morbo a su alrededor, es de esos directores urbanos que saben retratar el día a día de los italianos afincados en los EEUU con gran maestría. Algo así ya dejó puesto de manifiesto en el Teniente Corrupto de Keitel (algo comentamos al respecto con el remake protagonizado por Nicholas Cage). Abel Ferrara creo que pertenece a esa gama de directores al estilo Scorsese o Coppola en menor medida, pero sin llegar a obtener las cualidades de los dos primeros. El funeral se estrenó en 1996, película centrada en la familia mafiosa italo-americana de los Temple, y está protagonizada por Christopher Walken, Benicio del Toro, Vincent Gallo, Chris Penn, Isabella Rossellini y Annabella Sciorra.

El funeral es uno y son tres a la vez. El funeral es el final de la familia italo-mafiosa Temple, compuesta por los hermanos Cesarino, Ray y Johnny, el hermano que yace sobre un ataúd al son de las lágrimas y rezos de las mujeres del clan. Una silenciosa habitación rebosando hombres y mujeres enlutados, niños que juegan con pistolas de juguete siguiendo la tradición familiar que otros aprendieron con 14 años en frías cuadras. El funeral es la crónica de una muerte anunciada, el único camino posible por el que pueden deambular unos hombres entregados al crimen, en una orgía de sangre inapelable.

Y es la cotidianedad de esa familia en donde Ferrara demuestra sus dotes de dirección, como bien hicieron anteriormente Martin Scorsese en Malas Calles y sobre todo en Uno de los nuestros como Francis Ford Coppola en trilogía El Padrino, pero en este caso más cercano al primero que a la épica del segundo. Porque la verdadera mafia americana, y de cualquier lugar, es esa, situaciones ordinarias y realmente cutres, donde la violencia que se intenta adoptar como forma de vida explota segundo a segundo. En ese plano, la interpretación de la cinta corresponde a Chris Penn, uno de esos actores de sagas familiares que siempre se ha movido en territorios más bien de "cuarta" o "quinta" inclusive, pero que merece ver recompensada algunas interpretaciones para el recuerdo (como en Reservoir Dogs), aunque nunca haya conseguido igualar el poderío de su hermano. Lo cierto es que el personaje de Cesare es el más tráfico de los tres, porque es quien verdaderamente, en la locura de su violencia, es plenamente consciente del pacto con el diablo que llevaron a cabo por el simple hecho de nacer en esa familia, el paradigma de los condicionantes exteriores.
Chistoper Walken despliega de nuevo su buen hacer, pero más al estilo de los Pacino y De Niro de los últimos años, casi con el piloto automático encendido, pero no es del todo negativo esto porque Walken siempre suma, nunca resta. Su personaje viene a ser el hermano reflexivo, pausado, quien no deja que los problemas le afecten, o por lo menos no se permite exteriorizarlo, intentando mantener el equilibrio en una familia rota desde el momento en que Johnny es abatido por sus excesos en diversos ámbitos. Es un buen actor con una expresividad tremenda en sus ojos, y lo sabe y los explota, como ya hizo Cagney años atrás que excelentes resultados. También aquí tenemos unos ojos similares en la piel de Luis Tosar.
El trío actoral lo cierra Benicio del Toro, ese puertorriqueño que podría encarnar a los más pérfidos capos mexicanos, haciendo uno de sus papeles habituales. Da igual que haga de policía o de narco, lo hace todo igual, y lo hace bien, que es lo que nos gusta.

El funeral es una película nada pretenciosa, quiénes conozcan las virtudes de este cineasta sabrán que no es necesario ni si quiera apuntar este dato, pues su cine bebe precisamente de contar las historias que él mismo siente necesario contar, y hacerlo a su modo. En ese sentido comparte claves con el cine independiente y de autor, un cine más reflexivo, sin grandes dósis de acción ni efectismo rancio tampoco. Quizás en algunos instantes pueda hacerse un poco pesado el ritmo narrativo escogido, pero para lograr el resultado final, para contar esa tragedia griega, creo que es necesario pisar el freno y detenernos a admirar el paisaje (probablemente con los mismos ojos expresivos de Walken).

El resto del reparto sigue las claves que inteligentemente han sabido explotar en el otro lado charco: numerosos secundarios relativamente desconocidos por el nombre, pero cuyas caras aparecen en toda película de mafia que se precie, muchos de ellos repitiendo en Los Soprano. Francamente, no es la mejor película sobre la mafia que se ha hecho jamás, tampoco entrará en las listas de los 10 títulos indispensables del género, pero es una buena película, con buenos actores y un director que merece ser rescatado casi tanto como John Carpenter.

miércoles, 18 de abril de 2012

Grupo 7




"¿No cree usted en la justicia, señorita?"



Hace un par de semanas el cineasta andaluz Alberto Rodriguez estrenó su nueva película, Grupo 7, en este caso centrado en un thriller policial ubicado en la ciudad de Sevilla. Protagonizada por el icono actual de las quinceañeras de este país Mario Casas y por Antonio de la Torre, uno de los actores que se perfilan seriamente (junto a Luis Tossar) como candidatos a ocupar la nueva primera línea de grandes actores nacionales, tenemos uno de los policíacos españoles más interesantes de los últimos años, posiblemente incluso desde que se estrenase hace tiempo ya la magnífica La caja 507 de nuestro muy querido y admirado Urbizu. En este caso también contaremos con un reparto secundario de auténtico lujo, y no por ser conocidos, que no lo son, sino por la profesionalidad de todas las interpretaciones (desde el cínico comisario de la ciudad, los yonkis que pueblan los barrios sevillanos o los polis que miran de reojo la fina línea que cruzan durante la película).

El año es 1987, la ciudad Sevilla y el momento la Expo de 1992. Nos encontramos en la unidad de la policía secreta sevillana de la división de estupefacientes, el Grupo 7, con la misión de limpiar las calles sevillanas de yonkis y camellos para preparar un terreno "pacífico" en previsión de los eventos que se producirán en la ciudad. La historia, estructurada por años hasta el citado 1992, nos relatará las desventuras de los 4 miembros del grupo en su lucha contra la droga, el ascenso de los 4 secretas tanto dentro del departamento como entre las calles, y también su caída.

Como ya ocurriera en las magníficas The wire, Atlantic City, Traffic, el verdadero protagonista de la historia es la ciudad, en este caso Sevilla, con una perfecta recreación de lo que era la ciudad hispalense antes de la inyección de dinero que recibió con motivo de la Expo. Una ciudad de barrios y barriadas, de polígonos llenos de chabolas, y no hacía falta irnos a la periferia de la ciudad para encontrarlas, pues se hallaban también repartidas en el mismo centro histórico de la ciudad. Un territorio asolado por la heroína y sus estragos, un espectro lleno de yonkis, prostitutas y camellos que entran en la cárcel y no tardan en salir sin cargos. Es claro el conocimiento que Alberto Rodriguez tiene de su ciudad, una Sevilla que nada tiene que ver con la capital de provincia de la que ahora podemos disfrutar. Una Sevilla que comparte claves históricas como su devotismo, materializado en las velas que enciende Rafael (De la Torre) a su hermano muerto, pero con una imagen tercermundista que en la década de los 90 logró dejar atrás.

A pesar de esto, la historia se centra en Ángel (Mario Casas) y Rafael, el poli novato y ambicioso que quiere llegar a ser inspector cueste lo que cueste, y el poli veterano pasado de rosca y harto de todo, que ha sacrificado importantes réditos personales en su carrera y es consciente de lo que realmente se esconde tras lo más evidente de la vida que han elegido. Un hombre atormentado que busca la redención sin siquiera saberlo, tratando de rescatar de las garras de la calle a una joven yonki que todavía cree tener remedio. De todas las historias es ésta probablemente la más personal y veraz, con una actuación de Antonio soberbia, para quitarse el sombrero y disfrutar. Años atrás decían que había 3 o 4 actores que mereciesen por sí solos el precio de una entrada de cine: Nick Nolte, Jeff Bridges y Gene Hackman. Yo a nivel nacional añadiría los nombres de Luis Tossar y Antonio de la Torre, dos actorazos que hacen lo que quieren, hacen creíbles cualquier personaje, adhiriéndose a su piel y no al contrario.
Mario Casas es uno de esos experimentos de ídolos adolescentes, criado profesionalmente en las canteras de series para chavales en clave "Al salir de clase", "SMS" etc, sin mucho valor cinéfilo que digamos, pero sí a la hora de sacar nuevos talentos. Algunos acaban interpretando el mismo papel toda su vida, o comedias románticas. Otros empiezan a escalar, en busca de abandonar el rol de cara bonita y convertirse en un GRAN actor. Mario Casas no ha pasado ni de lejos por esa última etapa, pero está claro que es su objetivo. Y no olvidemos que gente como Matt Dillon, Brad Pitt, Tom Cruise y Leonardo Di Caprio, ya recorrieron ese camino. Y sinceramente creo que, después de ver Grupo 7 y la genial Carne de neón (Paco Cabezas como un Guy Ritchie a la española), está en ese camino.

Por otro lado, la historia rezuma un thriller policial al más puro estilo español, recuperando historias muy barriobajeras y policías corruptos y violentos de aquéllas magníficas historias de nombres como Juan Madrid, Andreu Martín, Julián Ibáñez, etc. Polis como el Alfredo Landa de El crack , también el Antonio Resines de Todo por la pasta y los José Coronado de No habrá paz para los malvados y La caja 507. Reflejan el final de una época igualmente oscura como lo fue el régimen anterior, con un Gobierno socialista obsesionado por acallar el ruido de sables procedentes de las más negras instancias del Estado Mayor (muy presente el tejerazo), objetivo que consiguen muy meritoriamente, pero olvidando erróneamente tanto a la policía como a la Guardia Civil. Esto provocó tener unos cuerpos de seguridad que no se habían reciclado con respecto al Régimen anterior.

Grupo 7 bebe de todas esas influencias de un modo claro, pero sin abandonar la mano que Rodriguez ya demostró poseer en películas anteriores como El traje, After o 7 Vírgenes, con un conocimiento fuera límites de su gente y su ciudad. Un producto policíaco de primera línea hecho en nuestro país que ahora se venderá en el festival de Tribeca, esperemos que con el mismo éxito que ha cosechado en nuestras fronteras.

martes, 17 de abril de 2012

Blackthorn: sin destino

"A veces creo que sólo hay dos momentos en la vida de un hombre, uno cuando te marchas de casa, y el otro cuando vuelves a ella"

Cuando uno escuchaba hace 10 años a la gente hablar sobre el cine español, era realmente divertido atender a determinadas críticas que caían por su propio peso. Se les preguntaba a estas personas si habían visto tal o cual película y respondían que no con una mirada esquiva. Se les preguntabaen en qué pensaban que consistía el cine español y ellos citaban "culos", "tetas", y "Torrente", lo que aumentaba aún más lo grotesco del momento y la conversación.
Con el paso de los años (creo) esas críticas se han acallado muy paulatinamente, aún hoy en día hay mentes mal pensantes que siguen criticando y defendiendo lo indefendible. Que siguen hablando de "cine español" como si fuese un género, denostado, al que hay que mirar mal porque no sólo se encasillan en las historias de siempre sino que también sus personajes eran similares.
Ya hemos hablado suficiente en este blog de su vertiente negra más actual, con títulos como Celda 211 y No habrá paz para los malvados o la actual Grupo 7 pero es que nos hemos atrevido incluso con un género un tanto ajeno para nostros, el Western.

Y es que el genial director Mateo Gil llamó a su buen amigo de correrías pasadas Eduardo Noriega (Nadie conoce a nadie) y se hizo con los favores de uno de los más grandes de la interpretación en el circuito norteamericano menos popular, como es Sam Shepard. ¿El objetivo? crear un western auténticamente americano recogiendo uno de los personajes y figuras más importantes en la Historia del género de todos los tiempos, darle un par de vueltas de tuerca, rodar las escenas como si de un discípulo de Ford se tratase, y que todo haya salido de los confines de la industria española (sí, sí, de la industria española). Y es que cuando Blackthorn se estrenó en el festival de Tribeka, entre los numerosísimos aplausos que se escucharon, también había voces que preguntaban el nombre y el Estado del que provenía el creador de esta historia, pensando ingenuamente que era un compatriota nortemaericano. Porque esas escenas crepusculares, esos paisajes bolivianos, las persecuciones en el desierto de sal boliviano o los duelos a muerte sólo podían haber salido de las manos de un director patrio. Pues no se imaginan la sorpresa de todo el respetable cuando vieron subir al escenario a un señor bajito, moreno, con mucho pelo rizado y barba negra a rebosar que respondía al apellido de Gil.

Blackthorn es un western crepuscular rodado en el altiplano boliviano (con las complejidades físicas y metereológicas que ello supone, especialmente para alguien que proviene de fuera) en el que se pretende recuperar la leyenda popular de Butch Cassidy and The Sundance Kid, más centrándose en documentos y registros de la época provenientes de la Agencia de Detectives Pinkerton que de la famosa película Dos hombres y un destino. En ésta última dejamos a nuestros personajes al borde de la muerte frente a la carga del ejército boliviano, y lo cierto es que todos los dimos por muertos durante largo tiempo, pero, históricamente, nunca se encontraron los cadáveres de estos pájaros. Ahí es donde Blackthorn retoma la historia para plantear lo que pudo ocurrir con el peligroso ladrón de trenes Butch Cassidy (Sam Shepard), introduciendo también una nueva historia que nada tiene que envidiar a los westerns más clásicos.

Puntos positivos y aciertos del director, sin duda haber elegido continuar la historia centrándose en documentos e historiografía oficial, olvidándose de la anterior película a la que jamás habría podido emular. Olvidando desde el primer momento las pautas marcadas anteriormente, podemos partir desde cero y llegar a donde nos propongamos. Otro acierto es el de plantear un western crepuscular, absolutamente moderno, con claves e historias propias de los más clásicos Ford. Un hombre desconocido huye de un grupo de perseguidores que pretenden recuperar el dinero procedente de las minas de sal bolivianas que el primero ha robado. En el transcurso de la persecución, el ladrón se encontrará con el célebre Butch Cassidy, al que pedirá ayuda para lograr escapar. Pero lo cierto es que en el desierto, en el western y en esta historia, nada es lo que parece.

En pocas palabras, una buena forma de disfrutar de un western crepuscular made in Spain, con buenas actuaciones y una historia sorprendente que retoma uno de los personajes más épicos de la Historia del Cine.

domingo, 1 de abril de 2012

Serpico (Betrayed)




" Le consideraban un hombre peligroso: era un policía honrado "



Serpico es otra de esas películas típicas de los años 70 (de 1973 para ser exactos), en este caso de Sidney Lummet, al hilo de lo que comentábamos el mes pasado con Los tres días del Cóndor. Y es que volvemos a esa temática de denuncia, denuncia social, que también explotaba la cinta de Pollack, historias en las que se pretende poner de manifiesto cómo determinados poderes fácticos de la sociedad ejercen abusivamente el poder. En este caso concreto, el centro de todas las miradas será la policía de Nueva York y sus prácticas mafiosas entre los recaudadores de apuestas. Una película un tanto desagradable con uno de los primeros papeles de Al Pacino tras su intervención en El Padrino.

Las primeras imágenes de la cinta nos mostrarán al detective de la policía de Nueva York Frank Serpico herido gravemente de un tiro en la cabeza, mostrando a partir de ese instante a modo de flashbacks los acontecimientos que conducen a esta situación. Veremos la graduación de un jovencísimo y ilusionado agente de policía que sueña con combatir la criminalidad neoyorkina, recién salido de la Academia. Sin embargo, desde sus primeros días de patrullero y hasta varios años después en su andanza, deberá observar con fatalidad cómo sus compañeros dan pie a pequeños vicios, actuaciones irregulares, ojos que no ven a cambio de comidas gratis y hasta una compleja red organizada de recaudadores de "mordidas" entre los corredores de apuestas de la ciudad.

Frente a esta situación, que romperá su visión idealizada y romántica de la vida policial, Serpico intentará aislarse, en un principio, haciendo las cosas a su manera, no aceptando ningún sobre con dinero sospechoso, optando por un uniforme de calle, sandalias y un hondo sombrero calado entre las greñas de su cabeza y una enorme barba desaliñada. Intenta trasladar una forma de actuación policial moderna, más cercana al ciudadano, pero verá chocar en cada ocasión de hacer las cosas bien su integridad con los intereses viciosos de sus compañeros y los intereses opulentos de los directores y comisionados de las altas esferas. En su intento de hacer las cosas mejor que sus compañeros, tendrá un papel esencial una compañera de clase que le enseñará el placer de la cultura, y una vecina de la que se enamorará perdidamente. A este respecto, creo que se refleja a la perfección el desprecio que varios sectores culturales sentían hacia la policía, entendiendo que todos eran un hatajo de corruptos, sentimiento que costó mucho expulsar de nuestro país en los años 80, donde la llegada de los socialistas intentó centrar la acción sobre el Ejército olvidando la policía y la Guardia Civil.

Es una película de gran calidad, no cabe duda, con una interpretación estupenda por parte de Pacino sobre una obsesión que va tomando forma en su cabeza y de la que no podrá escapar con facilidad, llegando a costarle importantes réditos personales y emocionales. Es la cruzada de un sólo hombre contra toda una institución, ya lo vimos en Todos los hombres del presidente, y también en Los tres días del Cóndor, sin duda son los años en los que se ponen bien firmes los cimientos sobre los que descansan este tipo de historias. La lucha personal de la integridad contra la corrupción, aunque en este caso no se puede decir que el Bien logre vencer al Mal como sí suele ocurrir de forma un tanto inocente en la mayoría de cintas de este tipo.
Lo cierto es que encontramos una película ciertamente desagradable, sobre todo por la imagen que nuestra cultura latina (tanto en España como en Italia) tiene la figura del soplón, que es en lo que se convierte Serpico. Hace unos años contaban, a tenor de la implantación de las políticas de clemencia en el Derecho de la Competencia Europeo y su transposición a los Derechos nacionales, la dificultad que se encontraba en una la aceptación por parte de los países latinos a la hora de implantar dichas políticas. Lógicamente, éstas normativas no tienen ninguna efectividad si no se produce la delación de las prácticas anticompetitivas, pero la imagen del soplón en la cultura popular latina es realmente negativa. Por ello creo que Serpico es una película un tanto desagradable de ver por el papel cuyo protagonista se ve obligado a asumir. Incluso contrariamente a su voluntad, ya que desde el principio el buen hombre intenta hacer las cosas a su modo.

Es una historia basada en hechos reales que deja una película bastante interesante de ver, difícil de disfrutar por lo poco que da de sí la historia, todos sabemos lo que ocurrirá y cómo lo hará, para la duración del metraje, más de dos horas de película. Es una cinta similar a títulos como El principe de la ciudad, por ejemplo.

El clan de los irlandeses (State of grace)




" ¿A dónde ha ido a parar este mundo? "



Hay muchas películas con el tema de la inmigración en su eje central, especialmente la inmigración irlandesa que tuvo lugar a lo largo del Siglo XIX hacia las costas de los EEUU, pasando por Ellis Island. Como no podía ser de otra manera, encontramos títulos reseñables al respecto en prácticamente todas las décadas desde que allá por 1930 aparecierá el Little Cesar de E.G. Robinson, también los hay en la década de los 90. Tampoco resulta extraño observar cómo esa nueva inmigración se ha relacionado con los circuitos mafiosos que se asentaban en el país, como ya ocurría en El Padrino II, por ejemplo. En este caso, nos vamos a centrar en la mafia irlandesa que se asentó durante años en la década de los 80 y 90 en la temida Hells Kitchen (la cocina del infierno), gracias al director Phil Joanou y su El clan de los irlandeses. Película protagonizada por Sean Penn y Gary Oldman, tendrá un reparto interesante a su alrededor con Ed Harris a la cabeza, un gran John Turturro y John C. Reilly.

Asistimos al regreso de Terry Noonan (Sean Penn) al barrio de su infancia "La cocina del infierno", de la que un día desapareció misteriosamente, y el primer paso que dará para recobrar sus viejas compañías será reencontrarse con Jackie Flannery (Gary Oldman) su mejor amigo cuando eran niños, enamorado de la hermana de éste y hermano a su vez de Frankie Flannery (Ed Harris) el matón del barrio que ha logrado hacerse con el control de las bandas mafiosas irlandesas. Pese a las sospechas de Frankie, Terry logrará introducirse en la banda de asesinos que han formado sus amigos de la infancia, y se colocará en una situación tan cercana a Frankie como para descubrir los tratos y acuerdos bajo cuerda que éste viene desarrollando con la mafia italiana. Gangsters que vienen apretando las tuercas desde hace tiempo a Stevie (Reilly) por sus deudas con ellos.

La película viene a ser una vuelta del hijo pródigo al barrio que le vio crecer, un barrio en el que sus críos convivían con peligrosas bandas que degenerarían en grupos mafiosos años después, una evolución muy similar a la que viviría el Bronx o Little Italy con las bandas italoamericanas, incluso en su final pues hoy en día ninguno de los dos barrios existen. De hecho, tiene un aire ciertamente crepuscular en la historia, dado que Terry vuelve en un momento en que La cocina ya ni si quiera es conocida como tal en los circuitos mafiosos de la ciudad, momentos en que los italianos son más fuertes y andan acosando a los irlandeses. El momento histórico es claro, una década de los 90 de capa caída para dichas bandas, grupos juveniles que se convirtieron en sanguinarios matones sin mayor épica, muy contrario a lo que la trilogía El Padrino pretende mostrarnos, o quizás dándole la razón en esa evolución hacia la 3º parte, pero muy alejada de los años dorados del hampa. En ese sentido, el devenir de Jackie es demoledor en cuanto a su alcohólica y autodestructiva vida.

Las interpretaciones no están nada mal, especialmente ese profesional que es Ed Harris, no siempre lo suficientemente valorado, uno de esos "jornaleros del cine", secundarios de auténtico lujo. Gary Oldman hace una de sus famosas interpretaciones histriónicas, quizás pasándose 7 pueblos pero hace las delicias de los que disfrutamos como enanos de esas interpretaciones. Bien es cierto que su hiératica flema de El topo es mucho más elevada. Sean Penn todavía estaba descubriéndose a sí mismo, pero no desentona nada mal, todo sea dicho, aunque se encuentra todavía lejos de la magnífica interpretación en Mistyc River.

La película encuentra su base en la tristemente célebre banda criminal del oeste de Manhattan, los "Westies", aunque basada en hechos reales, los acontecimientos y personajes de la cinta son una reconstrucción ficticia con situaciones y nombres surgidos de la obra de Dennis McIntyre, autor de numerosas obras de teatro dedicado exclusivamente al guión que tenemos por objeto de debate, dado que en 1990 murió a los 47 años. El propio McIntyre realizó algunas averiguaciones sobre la actividad verídica de los Westies, incluso poniéndose en contacto con Mickey Featherstone, uno de los principales asesinos de la banda que acabó ingresando en el Programa de Protección de Testigos Federales. El propio Featherstone llamó a los estudios de Orion para ofrecerse como asesor cuando llegó a sus oídos que el estudio realizaba una película sobre sus andanzas de juventud.

En resumen, es una buena película de gangsteres de los años 90, una década reconocible por una generación de actores genuina de su tiempo, una película que suele caer con facilidad en el olvido pero, al rescatarla, se ve recompensada con valoraciones de 9 para arriba en numerosas críticas.