Listado de películas por orden alfabético

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lunes, 31 de octubre de 2011

La ciudad y los perros







En 1985 Francisco Lombardi, nombre propio de la cinematografía peruana, llevaría a la gran pantalla la adaptación de la primera, y posiblemente más conocida, novela del escritor Mario Vargas Llosa, hablamos de La ciudad y los perros.
Tuvo un éxito bastante reseñable, pues es una adaptación correcta, que no traslada el sentir de la novela página a página pero, como ya le ocurre a Crematorio de Chirbes, son historias muy difíciles de adaptar, luego veremos el porqué.
Algunos de los intérpretes que intervienen en la película son Pablo Serra (El Poeta), Gustavo Bueno (Teniente Gamboa), Luis Álvarez (El coronel), Juan Manuel Ochoa (El Jaguar), aunque hay otros cuantos. Uno de los éxitos de Lombardi es reunir un plantel muy jóven que acabará conformando la primera plana de la interpretación peruana en los siguientes años.

Mario Vargas Llosa es un personaje profundamente polémico, un hombre que se ha movido, a mi modo de ver en una elección equivocada, por los cauces de la política en su país, lo que le ha generado muchos enemigos entre sectores de la izquierda en general. Pero si uno dedica unos segundos a escucharlo, a sentarse en una mesa y oir lo que tiene que decir, llegará a la única conclusión posible de que nos encontramos ante un auténtico intelectual, quizás de los últimos que quedan, y merece ser escuchado.
Su andadura comenzará con La ciudad y los perros, pero ha recorrido mucho camino desde aquél año 1961 en que terminó la novela en una buhardilla de París. Desde entonces han transcurrido los títulos y los éxitos: Conversación en la catedral, La Tía Jula y el escribidor, La guerra del fin del mundo, La fiesta del Chivo, y así hasta ganar el Premio Nobel en 2010, año en que publicó su última novela, El sueño del celta.
Una cuestión muy interesante que da veracidad a sus historias es el hecho de trasladar notas biográficas a sus personajes y situaciones: así, Conversación en la catedral narra sus años en la universidad, Las travesuras de la niña mala nos habla de su época revolucionaria, cuando integró un partido comunista radical, y La ciudad y los perros se sitúa en su niñez. Característico es también la mezcla que logra en sus novelas al añadir a esos datos biográficos situaciones históricas, como pueden ser el mayo del 68, la dictadura de Trujillo o las colonias en tiempos de bizarros exploradores.

Y es que ésta historia nos habla fundamentalmente de la niñez, la educación y la virilidad en una sociedad absolutamente machista, o como poco muy masculina. Nos encontramos en el colegio militar Leoncio Prado donde adolescentes y jóvenes internos reciben educación secundaria bajo una férrea disciplina militar. El colegio viene a ser como un cuartel del ejército, y la enseñanza se basa en la estructura y principios del servicio militar.
La novela se basa en un reparto coral, son varias las voces que cuentan la historia y todas ellas proagonistas de los hechos que se vivirán tras las puertas del colegio, pero la película prescindirá de éste recurso y se centrará especialmente en uno de ellos. Es fácil entender el porqué de la decisión de Lombardi a éste respecto, y es que no es fácil mantener al espectador implicado en la película si no tiene un sujeto con el que identificarse especialmente. Puede diluirse en el camino que se realiza si el protagonismo se diluye entre tantísimos personajes secundarios y principales, especialmente si ese espectador es ajeno a la cultura que se nos está contando.
Las escenas son duras, como dura es la novela, en las que se muestra la pérdida de humanidad como una virtud frente a lo que podría ser un defecto entendido como una debilidad, se busca destruir esa inocencia infantil a base de vejaciones y abusos. En ese aspecto, el sentido claro de la obra y película es de denuncia, crítica social hacia lo que se entendía por educación durante un tiempo en el Perú. Pero no sólo hay denuncia, pues en el colegio encontraremos chicos pobres, chicos ricos, de distintas razas y castas sociales, y sus conversaciones nos proporcionarán un claro fresco socio-político del país, que es el éxito que logra Llosa en su novela.

Francisco Lombardi es muy posiblemente el nombre propio del cine peruano desde hace años, cuando fundó la productora Inca films y se dispuso a rodar películas, más de 15 películas hasta el momento. Lo cierto es que no es un autor excesivamente conocido a nivel general en la cinematografia más internacional, pero es un habitual de los festivales europeos, cosechando numerosísimos premios, especialmente en el festival de San Sebastián. Además, el mundo que rodea a Vargas Llosa no le será nada ajeno en el futuro, pues también llevará a cabo la adaptación de su obra Pantaleón y las visitadoras.

Tal vez os interese la crítica de David en Observando cine peruano.

jueves, 27 de octubre de 2011

La casa de Saddam (House of Saddam)




" Tenemos la cuna de la civilización bajo nuestros pies. Tenemos una tierra que proteger "



El hecho de realizar una votación sobre 10 películas con el compromiso de analizarlas tiene aspectos positivos y negativos. De éstos últimos, por ejemplo, se me viene a la cabeza la necesidad de llevar un cierto orden previo sobre las entradas, la búsqueda de las películas que no tenía o la necesidad de retrasar algunos proyectos que a uno le rondan la cabeza desde hace tiempo. Pero éstas molestias acaban siendo nimiedades si lo comparamos con sus aspectos positivos: quizás el más importante sea la oportunidad de descubrir cosas absolutamente distintas de las que uno está acostumbrado a ver, y que de otro modo no habría dado con ellas. Son los casos de Hijos de la Gloria, Quemado por el Sol, El abogado del terror o RAF Fracción del Ejército Rojo, pero también de la obra maestra que supone La Casa de Saddam.

House of Saddam es una miniserie que narra el acceso al Gobierno de Irak por el recientemente fallecido dictador Saddam Hussein, y su posterior caída a manos del Ejército norteamericano, tras la invasión llevada a cabo en 2003. Fue una operación denominada Libertad Iraquí que duró 7 años, hasta 2010, para después dar paso a una segunda operación en la que se pretendía entrenar a los cuerpos policiales iraquíes para poder hacer frente a los insurgentes y el terrorismo. El presidente Obama ha declarado su firme intención de retornar las tropas antes de Navidad.

Lo primero que nos llama la atención se produce en los primeros segundos de duración del 1º capítulo, en forma de 2 acrónimos: el primero es HBO y el segundo es BBC, lo que indica la colaboración entre la cadena privada y la televisión pública de mayor calidad que se puede encontrar, muy posiblemente, en el mundo a día de hoy. Sin duda esa calidad queda patente en los primeros momentos dedicados a la llegada al poder de Saddam mediante un Golpe de Estado dentro de su partido, la depuración de los individuos políticamente indeseables de su entorno y la Guerra contra el Irán del Ayatolá Jomeini.
Un Golpe de Estado que le llevará a instalarse en el poder junto a sus primos, hermanos, cuñado y cualquier miembro de su familia que le sea leal. Es curioso porque traslada la estructura de los clanes del desierto (que es donde él nació) a la estructura de gobierno del país, depurando y apartando a todo aquél que no siga su línea de actuación. Es una práctica que ya llevó a cabo Franco en España, dirigiendo el país desde el año 1936 (en las zonas que el bando nacional ocupaba) hasta los años 50 como un cuartel militar.
Esto queda perfectamente reflejado en la serie por las recomendaciones de su madre y las maniobras políticas que pretende realizar con la boda de su hija. Entiende que los lazos de sangre son irrompibles y, por tanto, estructura su gobierno sobre esta base.

Jomeini fue el líder espiritual de la revolución ismálica promovida en Irán el año 1979 contra el Sha de lo que antes era Persia. Tras su derrocación se impone un gobierno islámico que es visto como una amenaza a nivel internacional, pero también a ojos de Saddam, que entiende un peligro por el alto número de iraquíes chiíes. Así se iniciará la Guerra Irán-Irak por supuestas disputas fronterizas, saldándose con el alto el fuego que pedirá Jomeini ante los costes de económicos y personales que supone el enfrentamiento.
A este respecto, puede ser criticable la ausencia de datos referentes al apoyo norteamericano a Hussein, tanto en su escalada al poder como en la provisión económica y militar en el conflicto con Jomeini. Para EEUU es una oportunidad muy golosa tener controlado a uno de los principales suministradores de petróleo en Oriente Medio (Irak) y, de paso, matar dos pájaros quitando de en medio la amenaza que supone Jomeini. Esto no sale en la miniserie.

Lo que sí podremos ver entre este capítulo y el segundo es el carácter despótico, mesiánico, hipócrita y cínico de Hussein. Despótico porque se considera a sí mismo el salvador de una civilización, pero en ningún momento cuenta con su gente o promueve ayudas de algún tipo entre la población. Sí mejoran las condiciones de vida, pero en todo momento se plantea la duda sobre asignar recursos a la población o al ejército, decantándose por este último.
Mesiánico porque se considera un "enviado de Dios" para salvar Iraq, y todo aquél que se interponga en su camino, o que el considere entrometido, debe ser apartado de una u otra forma. Hipócrita por su forma de entender la violencia: intenta controlar a su hijo explicándole que ésta es un "instrumento" y no una diversión.
Cínico porque va eliminando importantes valores de su entorno sin necesidad de justificarse ante nada ni nadie, buscando enemigos donde no los hay.
Es un carácter obsesivo y paranoico que se manifiesta en un férreo culto a la personalidad y la depuración de todo aquél que parezca resaltar tanto como él. Esto recuerda mucho al sovietismo de Stalin: en los 1ºs y más duros años de represión elabora toda una mitología de culto a su persona y se quita de en medio a los generales, como Zhukov, que eran populares entre la población.

El 2º capítulo trata sobre la victoria en Irán y la 1º Guerra del Golfo. En este caso, Arabia Saudí decide modificar los precios del barril de crudo en el mercado, lo que perjudica directamente la economía iraquí. Es por este motivo que Saddam recurrirá a reuniones de la OLP y a la Liga Árabe para presionar y lograr un acuerdo. Ante la falta de éxito acabará invadiendo Kuwait, provocando la intervención norteamericana.
Saddam confiaba en dos factores para lograr el éxito en la contienda: 1º en el apoyo que Rusia pudiera darle en las Naciones Unidas, y creía muy inverosímil la intervención norteamericana en un país como Iraq. Evidentemente se equivoca, en el primer caso porque en 1989 estamos ante el principio del fin de la URSS como superpotencia (y como potencia incluso) y en el segundo caso porque EEUU lo último que quería era un conflicto armado entre los principales suministradores de petróleo a nivel mundial, y en ese supuesto Arabia Saudí siempre tuvo las de ganar. Esto queda bien reflejado en las reuniones con los embajadores USA y Saudí. así como en las reuniones de Saddam con el alto mando. Por cierto que Saddy aprovechará el conflicto para librarse de unos cuantos generales indeseables que cuestionan la oportunidad de una guerra abierta con EEUU.

Uno de los logros de la serie es mostrarnos a un Saddam "gobernante" y un Saddam "padre": ya hemos dicho que es un sanguinario dictador, pero no vamos a estar toda la serie recordándolo, de modo que perdiendo ese complejo se puede dedicar a otros aspectos del personaje. Como gobernante en el sentido de Jefe de Estado, sobre las relaciones de poder con su entorno, aplicando la "táctica del palo y la zanahoria". Y como padre sobre unos hijos que, realmente, no saben cómo actuar. Dos de ellos deben plegarse a sus decisiones sin rechistar para evitar perjuicios mayores y el tercero es incapaz de asumir la vitola de sucesor que ha caído sobre su cabeza. Será un punto interesante la forma en que el dictador deberá afrontar estos problemas.

La tercera parte de la historia se centra en las inspecciones de los analistas que la ONU envía a Irak para valorar la peligrosidad del régimen en el panorama internacional y justificar una futura intervención que expulse a Saddam del país. A este respecto, los datos puramente históricos se aparcan a un lado para dejar paso a la teoría de las HBO y BBC con un traidor de por medio. Plantean que existieron armas de destrucción masiva, pero que fueron destruidas desde el año 1991 para evitar una intervención extranjera. Realmente, parte de un supuesto que es relativamente cierto: es cierto que Saddy contó con ese tipo de armamento, y es cierto que EEUU lo sabía, porque fueron los que se lo suministraron en la guerra contra Irán, pero no es menos cierto que en este momento ya no contaban con ese tipo de armas.

En el último capítulo se narra la Guerra de Irak, o 2º Guerra del Golfo, en la que una coalición de los ejércitos norteamericano, inglés y español fundamentalmente, invaden Irak para derrocar a Saddam. Todo el capítulo transcurre en la ocupación y la huida de la familia de Saddam: unos se esconden en Jordania y otros se quedan para ocultarse. Veremos el destino de los 2 hijos más importantes políticamente y la captura de Saddie por los americanos.

Personalmente creo que los momentos de mayor calidad de la serie se encuentran en los 2 primeros capítulos y en parte del último, donde podemos ver a un Saddam derrotado, pero incapaz de asumirlo. Es una grata sorpresa, HBO y BBC difícilmente pueden derrapar con este tipo de historias, aunque no llega a ser completamente redonda.

domingo, 23 de octubre de 2011

Waterloo





" Yo soy Francia, y Francia es Yo "


En esta ocasión volvemos a coger la máquina del tiempo para visitar de nuevo las guerras napoleónicas, pero esta vez no pasaremos por encima, sino que nos situaremos en uno de sus epicentros más épicos, como no es de otra forma la batalla de Waterloo. Es una producción soviético-italiana (la producción corre a cargo de Nino de Laurentiis uno de los más prolíficos productores europeos, y la música es de Nino Rota) estrenada en 1970 y dirigida por Sergei Bondartchouk, protagonizada por Rod Steiger (Napoleón Bonaparte) y Christopher Plummer (Duque de Wellington), aunque también contó con un importante reparto que incluía figuras como Orson Welles (Luis XVIII).

Decir que el director ya había ganado el Oscar el año anterior a la Mejor Película Extranjera por su versión del Guerra y Paz de Tólstoi, por lo que ya tenía cierta mano con las grandes batallas y epopeyas, e incluso se metería con otra producción para adaptar la novela del periodista John Reed Diez días que estremecieron al mundo, realizando una especie de Rojos a la rusa.

La película se divide en 2 partes clarísimamente diferenciadas, con toda la intención del director, y es que Waterloo no es sólo la crónica de una batalla, es la crónica de uno de los períodos históricos más importantes y que más han determinado el devenir de Europa. Una primera parte absolutamente histórica, en la que asistimos a los acontecimientos contextuales más importantes para explicar cómo llegaremos a Waterloo. La cinta comienza en 1814, aunque el texto explicativo nos remitirá a 1812 con la derrota de Napoleón en la campaña de Rusia.
Asistiremos al cerco que austriacos, prusianos, ingleses y rusos confeccionarán alrededor de París y a la rendición y exilio en la isla de Elba como destino del Emperador.
Posteriormente logrará huir de la prisión y recuperar el liderazgo de su guardia imperial primero, y de todo el ejército francés después.

La segunda parte de la película es la historia bélica, propiamente dicha. El enfrentamiento entre los dos grandes generales Napoleón y el Duque de Wellington, de hecho gran parte de la película se centra en el hecho histórico visto desde la perspectiva de un enfrentamiento singular entre los dos grandes estrategas del Siglo XIX, y la obsesión paranoica del primer con el segundo. Incluso se llega a hacer un fresco cultural de las sociedades inglesa y francesa a través de la mirada de sus militares: presenta a los franceses como un pueblo latino de sangre caliente, defendiendo a su emperador, encarnando los valores e ideales ilustrados.
La contraposición serían los fríos y estoicos ingleses. Es una comparación que se lleva incluso a lo grotesco: por un lado Napoleón se declara "enamorado" de sus fuerzas bélicas, mientras que en el baile de la recepción inglesa, al comienzo de la película, los mandos se burlan de sus propios soldados.

Quizás esto chirríe un tanto al espectador, a pesar de que quien dirige es un ruso, lo que parece que le predispone más a favor de los ingleses. Incluso es probable que pretenda dejar clara su imparcialidad desde el principio cometiendo esa pequeña licencia.

Sea como fuere, Bondartchouk deja claras dos cosas con esta película: la primera de ellas que es un maestro en lo que a la dirección de miles de extras se refiere. La segunda, que se mueve como pez en el agua con las grandes producciones europeas, en el marco de conflictos históricos con contextos muy discutidos. Lo que no es nada fácil.
Para la primera conclusión se servirá de los fondos que Laurentiis le proporciona, así como del Ejército ruso que se pone a su servicio: sobra decir que el material de guerra que se utiliza es real, y que no es lo mismo dirigir a un conjunto de extras que nada sabe de la guerra que a soldados para rodar una contienda bélica.
El segundo dato queda perfectamente reflejado en el magnífico resumen histórico de la primera hora de película.

Volviendo al tema de la confrontación entre los dos generales, el duelo singular que mantienen en una batalla con cientos de miles de soldados, no es una cuestión baladí, ni para la película ni históricamente. Parece clara la obsesión que Napoleón debió sufrir frente a Wellington, ya que éste le venció antes de Waterloo en 2 ocasiones: primero en España (se echa de menos alguna mención a la sublevación de los españoles. Si bien es cierto que la ayuda de Wellington fue importante para expulsar a los franceses de la península, no lo es menos que la sublevación fue fundamental para lograr la caída del Imperio) e indirectamente como un causante del repliegue que sufrirá hasta llegar atrincherarse en París. A este respecto, estoy convencido de que Bruno Ganz se basó en éste Steiger para interpretar al acorralado Hitler de El hundimiento, ya que las escenas son más que parecidas.

Por último, en cuanto a las interpretaciones, suena con fuerza y en mayúsculas el nombre de Rod Steiger con una magnífica interpretación de un Napoleón cuasi mesiánico. Con unos gestos y miradas de auténtico fanático, obsesionado y en muchos momentos superado frente a la situación. Es demoledor el comentario que le acontece mientras dormita en la bañera "todo se decide en una gran batalla de nuevo... pero antes era joven".

En definitiva, una auténtica joya para los amantes del cine histórico y bélico.

jueves, 20 de octubre de 2011

Colaboraciones



Antes de seguir con el ciclo me gustaría aprovechar para comentaros a todos que próximamente escribiré una sección, una vez al mes, en el blog de nuestro querido compañero Antonio Godino, Ponte Cine. Antonio se puso en contacto conmigo para proponerme ésta magnífica idea y yo no pude más que aceptar. El próximo miércoles 26 podréis empezar a leerme por allí. A ver qué tal sale la cosa. Os recomiendo que paséis por su blog que es fantástico.

Y como de colaboraciones va la cosa, vamos a aprovechar también para echarle un cable a nuestro amigo Edu con su proyecto. Hace un tiempo se puso en contacto conmigo para comentarme la idea que tenía de rodar un documental sobre el conflicto de Kosovo, y por ello los dos queriamos comentároslo para que expongáis vuestras reflexiones sobre el conflicto y alguna idea que pueda resultar de utilidad. Así mismo, si estáis interesados, podéis poneros en contacto con Edu para apoyar intelectual o económicamente el proyecto. Edu os lo explicará mejor en un comentario y yo, sin más, paso a transcribir un pequeño extracto de lo que será éste proyecto:


"¿Hasta que punto fueron importantes los intereses occidentales y sus consiguientes decisiones para la ruptura de Yugoslavia?
¿Fue esta una guerra que se pudo evitar?
Prensa: Información o primera andanada de la intervención. Medios de manipulación masivos.
Guerras humanitarias; armas inteligentes, un nuevo Orden mundial. ¿Se arreglaran con ello los problemas pendientes?
¿Fue Yugoslavia un paso más en la nueva estrategia global?

Estos y otros interrogantes que no por obvios ni recurrentes fueron contestados ni siquiera bien contextualizados a día de hoy forman parte de una historia, ya proscrita, ya mítica.

El documental Yugoslavos pretende analizar estos temas desde un punto de vista crítico con la ayuda de voces autorizadas y especialistas de distintos ámbitos para arrojar algo de luz sobre unos hechos aún no concluidos.

El proceso histórico que desencadenó la caída de la Unión Soviética, el derrumbe del comunismo y que trajo consigo la reunificación alemana vino intrínsecamente ligado a la nueva estrategia para el redibujo de una nueva Europa.
Sin estos factores no sólo es imposible conocer la realidad sino que se corre el riesgo de caer en un discurso revisionista tan tendencioso como interesado.

Las huellas del pasado no sólo tienen su reflejo en la composición del presente sino que explicaban la idea fundacional de Yugoslavia. Esta no fue una creación opresiva, la falsa y socorrida “cárcel de pueblos” ni expansionista, ni en su primera andadura ni en la segunda pese a posteriores desequilibrios.
Yugoslavia, fue una creación idealista, un espacio común en la que por fin los pueblos eslavos del sur trazaron su propio destino y entidad nacional tras siglos de ocupaciones y particiones por parte de poderosos reinos e imperios. Por primera vez en la historia Eslovenia fue reconocido como un pueblo y no como una provincia. Croacia que era también católica tuvo un remoto pasado independiente y un reciente infausto como títere fascista, Serbia, Macedonia o Montenegro ortodoxas y Bosnia en parte musulmana encajaron como repúblicas de pleno derecho.

Aunque los motivos y las banderas variaran, tanto en la primera guerra mundial, como en la segunda, y en la guerra fría el país fue otra vez más tierra de equilibrios para las grandes potencias.

En un mundo con una única superpotencia, una Alemania emergente, y una Unión Europea balbuceante más allá de los parquets, Yugoslavia tenía tanto sentido dentro de la comunidad internacional como el socialismo tras la desintegración de la Unión Soviética.
Los Balcanes, tierra misteriosa de odios ancestrales, de superstición, de violencia y sangre. Tantos ríos de tinta, tópicos, tantas frases para la posteridad, múltiples e irreconciliables divisiones…

Y en los años noventa, solo hay un foco de atención, un blanco para los objetivos de las cámaras; Y este no fueron los disturbios raciales y expulsiones masivas de turcos en Bulgaria con inicio en 1984, ni las sangrientos contenciosos entre griegos y turcos. Ni siquiera la guerra en Moldavia,( por Transnytria) entre rumanos y rusos-ucranios (eslavos y esta vez unidos) ocupó ninguna cabecera más allá de sus países, o ni siquiera dentro de estos.

¿Por qué Yugoslavia?

¿Qué hacia presagiar que una declaración ilegal e unilateral de independencia pudiera acabar en un rápido reconocimiento internacional que llevó a una brutal escalada del conflicto?

Mientras las cancillerías occidentales se frotaban las manos por su victoria moral en el Este (FMI), su terapia de choque y su apertura de mercado con posición dominante, una sociedad se sentía mutilada, desorientada, sin referentes, y presa fácil de la más efectiva y barata propaganda que existe, la del odio al “diferente”.

Los nacionalismos tolerados cuando no descaradamente financiados eran el contrapeso ideal para acabar con los últimos irredentos, aquellos que no aceptaban el nuevo maná del capital que llevo al este europeo a niveles tercermundistas durante su “transición”.

Yugoslavos esta en fase de preproducción. Es un proyecto de Eduardo J. García"



Eduardo J. García.

lunes, 17 de octubre de 2011

A bayoneta calada (Fixed Bayonets!)




" Recuerda que no apuntas a un hombre, sino al enemigo "



Vamos a hacer un alto en el camino, como tantos que nos deparan por otro lado, para romper un momento con las votaciones y dedicarnos a analizar la película A bayoneta calada! del gran Samuel Fuller. El motivo no es muy especial, me tropecé con ella el fin de semana y me pareció curioso dedicarle unos segundos tanto al director como a la película por la época en que está realizada y el conflicto en que se sitúa, todo ello relaccionado con el género propagandístico (un género que tengo abierto y parado desde hace tiempo, sin previsión de terminar con él en un plazo de tiempo corto). En un primer momento pudimos analizar el Octubre de Eissenstein, un maestro del cine ruso (y del cine en general) por lo que me parecía interesante pasarnos ahora al otro bando, con un maestro del cine made in USA, por la oportunidad que nos brindaba Fuller.

La película fue dirigida en el año 1951 10 meses después de conseguir el éxito con otro trabajo, que realmente supone un nombre propio en su filmografía, Casco de Acero, también ambientada en la Guerra de Korea. Es de suponer que, tras el éxito que le deparó aquella cinta, el crédito de Fuller era bastante elástico, y éste pretendía prolongarlo en el tiempo repitiendo la fórmula anterior.
Para ello fue necesario volver otra vez a aquél conflicto de candente actualidad para el momento, y de especial sensibilidad para los norteamericanos. Si hay un conflicto con connotaciones personales para ellos esos no son otros que Vietnam y Korea, al margen de otros contenciosos como Irak. Aunque quizás sea algo pretencioso explicarlo con pocas palabras, es posible que esto se deba a que en estos dos conflictos se produjeron las derrotas más dolorosas y sonadas que posiblemente se recuerden en su Historia bélica, con el añadido de que la Guerra de Korea es la gran olvidada incluso dentro de las fronteras de los EEUU, probablemente porque se produce 5 años después de la II GM, en plena Guerra Fría, y tampoco conlleva un conflicto de especial mención.

Es el primer de los contenciosos entre EEUU y URSS que se producen sin que éstos países entre en enfrentamiento directo: los actores sobre el campo de batalla serán las dos repúblicas coreanas, siendo la del norte apoyada por el Ejército Popular Chino, con ayuda material de la URSS, y la del Sur apoyada por los EEUU. Desde el punto de vista de la estrategia militar, las tácticas serán las propias de las 2 guerras mundiales anteriores, con rápidas escaramuzas de infantería seguidas por incursiones de bombardeos aéreos, y a partir del ´51 como una guerra de trincheras.

La historia del film nos sitúa en la 1º ofensiva de invierno del año ´51 lanzada por el ejército norcoreano en cooperación con el Ejercito Popular Chino contra las fuerzas norteamericanas, lo que conlleva la retirada de éstos. En los primeros momentos del metraje asistiremos a una reunión entre los mandos para decidir cómo afrontar esa maniobra teniendo en cuenta el tiempo que tendrían hasta que los chinos les pisaran los talones. Llegan a la conclusión de que la mejor opción es dejar un pequeño pelotón de 47 hombres en un desfiladero para retrasar la ofensiva norcoreana. De este modo, se aseguran un terreno estrecho y escarpado que dificulte la entrada de los carros blindados, y un pequeño bastión que haga simular la existencia de un regimiento tras la colina.

Los primeros minutos de la película nos muestran algo que ya sabemos: la capacidad de Fuller para rodar cine bélico, no de cualquier forma, y la gran historia que se nos prepara, pero las expectativas se van diluyendo según avanza el metraje.
Es una dirección que se desarrolla con un juego de primeros planos de modo que nos sintamos implicados en el pelotón y en la contienda. Ejemplos de ésto serían el comienzo y el final de la película: primero, cuando el pelotón asiste a la retirada del regimiento y la cámara se detiene en los ojos de los hombres que deben quedarse para frenar la ofensiva. El segundo momento es al final de la película, antes de la llegada de los carros de combate, cuando la cámara se detiene para mostrar los pensamientos de los resistentes.
Con respecto a esto, también hay que comentar las escenas en que el cabo Deno intenta matar a sangre fría a un hombre, situándose la cámara en sus ojos y en la boca del cañón para que el espectador sienta que él mismo es quien está apretando el gatillo. Todo lo relatado, junto con las reflexiones posteriores de los soldados, dejan una película con cuestiones similares a las que Malick trata en La delgada línea roja, con la diferencia de haberse rodado 50 años antes.

Esto último no es del todo cierto, porque Fuller no ahondará en la crítica de la contienda ni al ejército, cosa que sí hace tanto en Uno rojo: división de choque como en Casco de Acero. Y es que recordemos que esta película está amparada y financiada por el Ministerio de Defensa, que está pensada para rearmar la moral del pueblo americano ante las situaciones de tensión que se avecinan y que algunos extractos del guión nos dejan atisbarlo sin lugar a dudas. Los primeros comentarios de guión son un ensalzamiento de los mandos, cuando normalmente esos comentarios entre soldados rasos no son muy favorables, la defensa numantina de las colinas (muy improbable) y el surgimiento del deber y del valor para salvar la situación.

Todo ello hace que tengamos que valorar esta película desde la perspectiva de una propaganda EEUU, lo que debe hace olvidar sus defectos históricos y de verosimilitud bélica, puesto que la intención del director descansa en otros intereses. El atractivo de la película es la capacidad de Fuller de hacer una película propagandística de cierta calidad, no chirría el patriotismo americano con la historia, se deja ver de un modo aceptable a pesar de los errores que comete.

No es la mejor película bélica que podréis obtener, mucho menos la mejor de Fuller, pero merece la pena como ejemplo de cine propagandístico y desde el punto de vista de la Guerra de Korea, un conflicto relativamente olvidado.

jueves, 6 de octubre de 2011

Topaz





" Sueño con una máquina en la que pudiese introducir el guión por un lado y que saliese la película por el otro "


En 1969 el maestro del género de suspense Alfred Hithcock dirigió la película Topaz, adaptación de la novela homónima de León Uris (que también sería el autor de Éxodo, lo que le supuso adquirir la condición de "escritor de moda" en aquellos años).

La historia guarda ciertas semejanzas con parte de la filmografía del director: es un thriller político en el que hay elementos de espionaje (como los había en Con la muerte en los talones o en Los 39 escalones, El hombre que sabía demasiado, etc) y es la adaptación de la obra de un autor de éxito por aquél entonces (como también lo sería Rebecca de Daphne du Maurier), pero también guarda algunas diferencias respecto de estos éxitos que lastran el resultado final.
En mi opinión particular no es una mala película, porque Alfred no podría hacer una película mala ni queriendo, pero tampoco es de las mejores películas de Hitchcock ni de lejos, iremos analizándolo paso a paso.

Nos encontramos en plena Guerra Fría cuando un alto oficial ruso y su familia deciden desertar de la URSS para instalarse en los EEUU a cambio de transmitir valiosa información sobre una importante red de espionaje soviético afincada en Paris, que se encarga de transmitir importantes datos sobre la OTAN al Kremlin. John Forsythe hace un papel principal como agente de la CIA, y Frederick Stafford se encarga de dar vida al operador francés que debe investigar en Cuba los rumores que alertan sobre la existencia de misiles rusos y un espía cuyo nombre en clave es TOPAZ.
Tiene un punto de contacto con unos hechos históricos, una de esas historias propias de la Guerra Fría, según los cuales dentro del gabinete de confianza de De Gaulle había un espía soviético transmitiendo información.

Quizás hay varias circunstancias que explican su pésimo resultado entre crítica y público: habría que empezar diciendo que Hitchcock siempre fue un director con una fuerza excepcional para rechazar proyectos que el consideraba posibles fracasos.
Al respecto recomendaría un libro editado por Alianza Editorial en España titulado "El cine según Hitchcock", estructurado a modo de una extensa entrevista entre el director y Françoise Truffaut, a lo largo de la cual hablan minuciosamente sobre todas sus películas.
Es aquí donde nos explicarán un curioso episodio en la carrera del realizador: en 1961 la película Cleopatra se encuentra sin timón que la dirija, motivo por el cual los productores recurren a Alfred, al que consideran el único director capaz de salvar el proyecto. A éste no le convence ni la película ni el contexto en que se encuentra, de modo que declina la oferta para dejar paso a Mankiewicht en la dirección. Cuando la película se estrena supone un estrepitoso fracaso.

Ese ojo clínico para saber cuándo se encontraba ante un éxito en potencia o ante un futuro fracaso fue fundamental en la carrera de Hitchcock pero, misteriosamente, se deja convencer por la Universal para adaptar una novela cuyos derechos han dejado las arcas de la productora bajo mínimos. Por tanto, no sólo se encuentra relativamente presionado por cuestiones económicas, sino que es el propio autor de la novela quien realiza un denso guión adaptando la novela. Finalmente, un hombre de confianza del director reelabora una versión final de esa adaptación del guión, ya que la primera adaptación era demasiado novelada.

Otra circunstancia es la cantidad de pequeños y distintos personajes que aparecen en la historia, así como las diversas localizaciones, lo que impide que el espectador empatice con los personajes, ya que constantemente cambiamos de zona geográfica y de subtrama a otra completamente distinta. En una novela hay más tiempo y dedicación para hacernos a la estructura de la historia, para enterarnos de los entresijos que conforman la trama, pero no en una película de 1 hora y media-2 horas.

Una de las circunstancias más importantes a la hora de valorar esta película es el carácter político de la cinta, marcadamente anticomunista: en sus películas anteriores, incluso en las tramas políticas, Hitchcock siempre evitó tratar sus argumentos con un trasfondo político identificable, algo que aquí cambia radicalmente. Eso hace muy difícil el posible traslado de la historia a circunstancias actuales, casi todas las películas de Alfred son muy actuales, han envejecido muy bien, pero Topaz queda anclada en un momento histórico concreto que la vuelve muy "anticuada".
Esto es perfectamente identificable en todo el "argumento cubano" de la trama, tanto las escenas que se producen en la OTAN (con personajes y situaciones absolutamente grotescas, aunque bien es cierto que la situación de esos días tenía un poco de esto) como posteriormente en Cuba. Por ejemplo, se deja entrever la tortura a la que policías cubanos someten a sus detenidos.

A todo esto hay que sumarle un problema temporal, pues el propio Hitchcock reconoce que no tenía idea de cómo acabar la historia, de modo que acabará adoptando un final más o menos correcto, pero sin ningún atisbo de espectacularidad o giro de guión sorprendente, algo a lo que nos tiene acostumbrados en sus otras cintas.

Él es consciente de todo esto, de modo que no tardará en resarcirse de sus errores con su siguiente proyecto Frenzy (Frenesí en España) sobre un estrangulador de mujeres en el Londres actual, adaptación de otra novela.

Pero también hay alguna corriente de adeptos a Hitchcock que defienden a capa y espada esta película, incluso llegando a considerarla como la mejor desde un punto de vista estilístico o formal del cineasta inglés. Consideran que Alfred desarrolla una técnica a la que el público de aquél entonces no estaba preparada, rodando situaciones de clímax para la historia desde un punto de vista pasivo, utilizando diferentes puntos de vista a la hora de rodar, situando ángulos imposibles para las cámaras, etc.
La frase que he escogido no es del guión de Topaz, sino una reflexión que hace Hithcock con motivo del rodaje de ésta película que, creo, es muy reveladora sobre lo que supuso para él este proyecto.

En definitiva, es una película más dentro de una filmografía espectacular , sin duda no es la mejor.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Master and Commander: Al otro lado del mundo (Master and Commander: the far side of the world)





" ¡Remad como si un francés fuera a violar a vuestra madre! "




Me alegra poder inaugurar por fin el II ciclo de votaciones con Master and Commander, espero que el resto no se hagan demorar mucho. Tengo todos los títulos más o menos controlados, excepto Oleanna (soy incapaz de encontrarla). Si la cosa sigue así sería sustituida por el siguiente título con más votaciones. Sin más, pasamos a la crítica.

En 2003 se produjo una rareza cinematográfica respecto del tipo de películas a las que estábamos acostumbrados hasta entonces, pues volvería a la gran pantalla el género bélico de época ambientado en el enfrentamiento naval. El australiano Peter Weir se encargó de dirigir a un buen Russel Crowe, a un genial Paul Bettany y a un elenco poblado de secundarios más o menos conocidos.
Weir se fue labrando un nombre con el paso de los años a fuerza de alternar películas estupendas con otras normalitas, recordando títulos como Gallípoli, El año que vivimos peligrosamente, Único Testigo, La costa de los mosquitos o El club de los poetas muertos. Ha estado nominado en numerosas ocasiones al Oscar a la mejor película (por ejemplo por El show de Truman) pero nunca ha pasado de ser candidato.

Finalmente, llegamos a la cinta que nos interesa donde nos contará la historia del capitán del navío Surprise, Jack "lucky" Aubry (Crowe) y del resto de su tripulación, entre los que destaca el entrañable cirujano Stephen Maturin (Bettany), dando caza a través del Atlántico Sur a un navío francés que está haciendo estragos entre la flota británica. Nos encontramos en 1805 en plenas guerras napoléonicas, con Napoleón dominando el continente europeo y parte de África, siendo su única oposición el Imperio Británico. En este enfrentamiento dual serán estratégicamente importantísimos los duelos en el océano y alta mar.
Evidentemente tiene un trasfondo histórico, aunque todo aquello que discurre en paralelo a ese contexto es fantasioso, inspirado en la novela Capitán de mar y guerra del novelista inglés Patrick O´Brien, parte de una saga de 20 novelas que nos transportan a la Royal Navy a principios del S XIX de la mano de la amistad forjada entre el capitán Jack Aubry y el cirujano Maturin. Tuvo un importante éxito por su grandísima labor de documentación, dejando escasos elementos a la improvisación, mostrando una rigurosa ambientación y cotidianidad, utilizando un lenguaje perfectamente adaptado a principios de siglo.

Es una película de guerra naval de época a la que tampoco estamos muy acostumbrados, quizás hemos visto historias sobre piratas y algún que otro escarceo de westerns como Los Inconquistables, pero no abundan realmente las películas sobre batallas navales en el Siglo XIX, por lo que es un dato a tener en cuenta para elevar nuestro interés sobre la historia. Y, mucho más importante, posiblemente estamos ante la mejor película bélica naval con barcos de vela, pues la ambientación sobre el día a día del barco y las escenas de enfrentamiento con el Acheron son absolutamente soberbias. También influye, como no podía ser menos, las interpretaciones de los mencionados anteriormente, que son de nivel.

El 80% de la duración de la película transcurre en alta mar, en un duelo psicológico entre dos maestros de la guerra, un punto similar a Los Duelistas, en el que sólo uno de los dos puede sobrevivir en un enfrentamiento de proporciones bíblicas que se va demorando hasta el final de la película, salvo que los enfrentamientos directos entre ambos serán escasos, y cara a cara prácticamente nulos.
En ese momento, los dos capitanes (Aubry y el francés) deberán poner en práctica todas las tretas y tácticas necesarias para salir victoriosos. A este respecto, veremos una jugarreta muy propia del cine bélico naval como es la ocultación del navío de guerra como si fuese un atunero o un barco de pescadores.

Como decía antes, es un duelo psicológico entre Aubry y el capitán francés, pero también es un duelo singular porque a éste último no le veremos durante todo el desarrollo de la cinta, sólo al final podremos atisbar unos segundos de su cara en una situación muy particular, en una película en la que sea muy posiblemente el 2º protagonista de la historia, el motor que pone en funcionamiento la obsesión de Aubry y motiva la misión.
Cabe recordar la genial y hitchcockiana Rebecca como otro ejemplo en el que uno de los personajes principales, o fundamentales, para la historia se mantiene oculto durante toda la cinta, generándose un cierto halo místico y sobrenatural a su alrededor.

Hablando de mística, no sólo es soberbia la ambientación más formal o estética de la historia, sino también las inquietudes, miedos y comportamientos de los marineros, tanto en las reunioes entre altos oficiales en los camarotes (auténticas jaulas de chinches) como entre la supersticiosa tripulación. En ese sentido, no sólo se nos cuenta la historia de una obsesión militar, típico del cine bélico, sino también el día a día dentro de un barco en el S XIX, dejándonos fotogramas y momentos estupendos.

Quizás el personaje más cuidado o evolucionado de la cinta sea el de Maturin, dado que, siendo un civil, no se ve encorsetado por la disciplina militar y puede discrepar más abiertamente frente a Aubry. Será una especie de conciencia o guía (un poco a modo de Virgilio) para Aubry, aconsejándole con respecto a la obsesión que el enfrentamiento con el capitán francés está desarrollando en Crowe (aumentando la mística que le rodea) y el modo de llevar el tema de la existencia de un "gafe" entre la tripulación. El director también querrá tener un guiño hacia el personaje y espectador situándole en una pequeña isla en la que se nos deja entrever la posibilidad de que fuese Maturin el auténtico estandarte de las teorías evolutivas que posteriormente sí elaboraría Darwin a bordo del Bagle.

Sin más, creo que es de las mejores películas bélicas que he visto nunca, posiblemente la mejor película bélica naval ambientada en Siglos pasados.